El cansancio de los buenos. La logoterapia como alternativa al burn out

Editorial Ciudad Nueva, Buenos Aires presenta el libro El cansancio de los buenos. La Logoterapia como alternativa al burn out. Anticipo a mis amigos del blog su prólogo que contiene la intención del libro.  Frankl decía: la intención es nuestra, el efecto es de Dios. Y es por ello que espero que el libro pueda ayudar a […]

Editorial Ciudad Nueva, Buenos Aires presenta el libro El cansancio de los buenos. La Logoterapia como alternativa al burn out. Anticipo a mis amigos del blog su prólogo que contiene la intención del libro.  Frankl decía: la intención es nuestra, el efecto es de Dios. Y es por ello que espero que el libro pueda ayudar a muchas personas comprometidas con el sentido de sus vidas.

“Ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien”

Pablo de Tarso

Se ha escrito mucho sobre el desaliento profesional o burn out, desde que en el año 1974 Herbert Freudeberger introdujera este concepto en la literatura médico científica. En todos estos años fuimos comprendiendo que trabajar en el área de la salud, la docencia, el trabajo social, el voluntariado, la asistencia espiritual, etc., supone riesgos. Reconocer el peligro de desempeñarse en situaciones de tensión emocional hizo que muchas instituciones y trabajadores comenzaran a tomar medidas para prevenir el agotamiento profesional.

Sin embargo, y a pesar de la gran divulgación del tema, otras instituciones, públicas y privadas, siguieron estructuradas con mecanismos inadecuados y facilitadores de bun out. Por este motivo y por las razones socioculturales que desarrollaremos, el número de los afectados por el síndrome crece de año en año y aumenta también la lista de las profesiones vulnerables. Se trata de una verdadera epidemia. Y la realidad de los afectados nos habla de un sufrimiento personal cuya profundidad la conocen bien únicamente las personas que lo padecen.

Desde 1995 asisto psicológicamente a hombres y mujeres que por su decisión de ejercer profesiones de ayuda o trabajos solidarios en distintos organismos internacionales, transitan momentos de estrés, desaliento, desilusión y deseos de abandonar el compromiso emprendido. Un buen porcentaje de las personas que acompañé son consagrados en la Iglesia Católica (por eso dedico algunas páginas al burn out en esta institución y entre sus miembros).

Por otro lado, siendo médico, me encuentro entre las profesiones más afectadas por el agotamiento. Durante estos años en los que aprendí mucho de mi propia experiencia, de mis pacientes y el encuentro con expertos en el tema, llegué a la conclusión de que se descuidaron algunos factores determinantes en el desarrollo del síndrome, y como consecuencia, en su prevención y tratamiento no fueron aplicados todos los recursos posibles.

Este libro intenta llenar ese vacío.

Para ser más preciso, creo que en la conceptualización teórica del burn out se descuidaron los aspectos relacionales; es decir la interacción de reciprocidad que existe en los grupos de trabajo, entre quien ayuda y quien es ayudado. Los estudios se focalizan casi únicamente en la persona que sufre el burn out, o sea, exclusivamente en el que asiste. Esto es debido a una forma individualista de entender a la persona humana y por ende, reductiva.

Uso el término de “forma reductiva” aplicado al método de definir una cosa o persona a partir de la descripción de una de sus partes. En principio describir algo desde una parte no es un error, el problema comienza cuando se pretende haber definido el objeto de estudio en su totalidad y en su esencia con este método.

Doy un ejemplo que puede ser explicativo: una persona que ve un avión por primera vez y lo hace cuando un Boeing carretea por el aeropuerto, puede definir un avión como un automóvil gigantesco con dos alerones ornamentales inmensos a los costados. La definición nos causará gracia, porque se tomó sólo un aspecto particular que tiene un significado secundario en la función del avión y que terminó por ridiculizarlo. Lo esencial del avión es su capacidad de volar y transportar.

Lo mismo ocurre con el ser humano. Puedo definirlo como un ser biológico orgánico y ciertamente lo es, de la misma forma que un avión puede carretear. Pero el ser humano no es sólo su biología. Puedo, además, comprenderlo con mayor profundidad y describirlo como un conjunto de pasiones, sentimientos y pensamientos que interaccionan con el hábitat natural y con sus semejantes, y si bien me acerco más a la realidad, todavía no defino al hombre en su específico.

¿Cuál es entonces el “volar” del ser humano? ¿Cuál es su esencia? Nos enfrentamos a una cuestión muy importante y enmarañada. La dificultad de comprender la singularidad de la persona humana, y por lo tanto de entendernos, deriva de la gran paradoja de que somos carnales y a la vez, espirituales. Y por otro lado, la relación con el mundo y con las cosas tiene otra peculiaridad: la carne y la presencia del espíritu. Juntos se abren al mundo en calidad de don, de regalo. El poeta español Antonio Machado lo define exhaustivamente con una simple copla: “Moneda que está en la mano, quizá se deba guardar; la monedita del alma, se pierde si no se da”.

El ser propio del hombre y de la mujer, entonces, se encuentra en su capacidad de autotrascendencia y autodonación, es decir de salir de sí, desde su forma orgánica, psicológica y social, para abrirse a valores, ideales, tareas y personas por las cuales sacrificar su vida. Y todo esto porque no es simplemente carne, sino que carne espiritualizada. Pero tampoco únicamente espíritu, es espíritu encarnado.

Sin esta comprensión de la naturaleza humana como autotrascendencia los estudios sobre el burn out carecen de una visión integrada de las causas que generan el desgaste profesional; por ello, se vuelven unilaterales. Por ejemplo, unilateral es pensar que los asistidos por el profesional con burn out funcionan únicamente como un factor estresor. Se habla de que los trabajadores quemados fueron “víctimas” de aquellos a los cuales asistieron. El asistido, el necesitado, el homo patiens (el hombre doliente) no es visto en su posibilidad de ayuda terapéutica, como fuente de enseñanza y de energía espiritual.

Resulta también reductiva la visión del profesional con burn out. La persona llamada a trabajar en situaciones de tensión emocional es considerada sólo desde sus dimensiones biológicas, sociológicas y psicológicas. Se descuida la dimensión espiritual, hoy considerada un tipo de inteligencia, centro de la vida y del proyecto de quien tomó la decisión de abrazar una profesión humanitaria. Al reducir así a la persona, es fácil concluir que la elección por la ayuda humanitaria se deba a una distorsión cognitiva de omnipotencia idealista. Aunque si esta posibilidad se presenta con frecuencia, no es la única. En muchos casos vimos que una dinámica de entrega verdadera fue la motivación más genuina y personal que llevó a estas personas a un trabajo de servicio. Aun habiendo encontrado la presencia, más o menos importante, de un pensamiento omnipotente idealista en aquellos que ayudan, estos mismos admiten que no fueron obligados a ese compromiso por sus emociones inconscientes; pensar así les haría renunciar a aquellos valores que sienten como lo mejor de sí. Al escuchar las historias de vida de estos hombres y mujeres, resulta fácil advertir que su compromiso consciente con la vida y sus propios valores se remonta a sus años juveniles.

La visión reductiva es miope también con respecto a los recursos terapéuticos. Los estudios sobre el burn out serios y útiles realizados con una visión reductiva, dejan en el camino valores y cualidades humanas que fundamentan cualquier relación de ayuda, y a la hora del tratamiento no proporcionan recursos terapéuticos concretos y válidos para los que padecen el síndrome.

Existe otro elemento olvidado para los analistas, pero no menos importante, que es el contexto cultural en donde se difunde el desgaste profesional. Por lo tanto, un estudio crítico de la cultura que nos envuelve y permea se hace necesario, ya que la cultura con sus imperativos es sin duda causa coadyuvante del burn out. La postmodernidad propone una forma de vida fragmentada y precaria que lleva a las personas a una situación de fragilidad, lo cual favorece el desaliento profesional. Hablar de desaliento profesional sin un estudio crítico del modelo cultural es como referirnos al virus del dengue y a la fiebre que produce en los enfermos, sin evidenciar la presencia en el hábitat del mosquito trasmisor del virus y su relación con el agua estancada en los recipientes en desuso. Sabríamos la etiología viral del dengue y cómo tratarlo en el hospital, pero no podríamos detener la epidemia.

De aquí que surja, espontánea, la pregunta: ¿es la epidemia de burn out el tributo que pagamos a nuestra época, que enajena a nuestras personas con sus exigencias, sus demandas y la centralidad exasperada del rendimiento y la producción?

Las relaciones personales en los ambientes de trabajo, por otro lado, deben ser también estudiadas. No me refiero a las políticas institucionales sino al clima nocivo que se vive en el ambiente de trabajo. Este aspecto debe ser encarado ya que nuestros pacientes lo ven como la causa principal de sus padecimientos.

Confieso que hablo y escribo sobre el burn out con un cierto temor. Es posible que una perspectiva reductiva nos lleve a pensar que ayudar, solidarizarnos, seguir trabajando con pasión en las causas que abrazamos en los comienzos de nuestra vida social sean acciones peligrosas y dañinas para la salud, y por lo tanto deban ser evitadas. En otras palabras, advierto el riesgo de que el árbol no nos deje ver el bosque y que nos atrincheremos en un “individualismo saludable y preventivo”.

Queda claro que el problema del desaliento profesional va más allá de la simple distorsión cognitiva del que ayuda. El titulo de este libro, El cansancio de los buenos, quiere alejarnos de una concepción simplemente socio psicológica del problema y nos remite a un valor: la persona buena, y a la posibilidad de que su acción se vea limitada por el cansancio. Es significativo que la palabra bondad comparta su origen etimológico con las palabras abono y bonificación, lo que nos lleva a pensar en los buenos como factor de fertilidad. El problema ecológico de una tierra desgastada nos ayuda a comprender la situación de los buenos cansados con todas sus consecuencias. Los efectos de esta situación para el futuro se asemejan con los del desequilibrio ecológico[1].

Por lo tanto el objetivo de este libro, un tanto audaz, tal vez, es contribuir a que la tierra siga siendo bonificada por las personas buenas, por las personas honestas. Para ello queremos acercar un instrumento de ayuda a los que ayudan. Los buenos, comprometidos en varios proyectos, tienen poco tiempo, y por lo tanto se busca ofrecer una síntesis breve sobre el argumento. Los buenos generalmente creen que es más importante hacer que hablar y discursear, por lo tanto trataré de ser más concreto que abstracto. Pero no olvido que en su elección por el bien han desarrollado una mirada trascendente que penetra hasta el fundamento de las cosas. Trataremos entonces de no desilusionarlos con una aproximación superficial del argumento.

Para concluir esta introducción nos preguntamos: ¿Qué encontrará el lector en este libro? En primer lugar, describimos las características del síndrome del burn out sin descuidar los aportes de la psicología cognitiva, laboral e institucional para su prevención y cura. Ofrecemos, además, instrumentos simples y concretos para ayudar a las personas que lo padecen. Al mismo tiempo queremos cubrir un vacío, la falta de una comprensión filosófica, existencial y cultural del síndrome. Me atrevo a decir, sin querer entrar en cuestiones religiosas, que el tema debe también ser visto desde la espiritualidad del ser humano, su característica esencial y específica. Nos fundamentamos en la presencia de una dimensión espiritual del hombre que se trasciende y se manifiesta en la relacionalidad. Nos son de ayuda las enseñanzas de Viktor Frankl, psiquiatra austriaco sobreviviente de los campos de concentración nazis, fundador de la escuela de la Logoterapia, quien propone una concepción del hombre como “buscador constante de sentido para su vida”. Su figura será punto de referencia en casi la totalidad de estas páginas.

El libro puede ser también un instrumento de trabajo para aquellos que se encuentran en profesiones de ayuda humanitaria. El lector encontrará encuadradas invitaciones a la reflexión personal, que si bien se pueden saltear para seguir solamente los conceptos teóricos, su uso podría resultar útil para la prevención y la auto-cura en la situación de desgaste profesional. Obviamente, estas páginas no reemplazan de ninguna manera a un buen terapeuta, que cuando sea necesario podrá ofrecer una ayuda profesional.

Al término este prólogo debo hacer una confesión: mi trabajo va dirigido a pocos. Reconozco que los buenos son y fueron, a lo largo de la historia, una minoría. Pero son una minoría necesaria. Si los buenos abandonaran la batalla por el cansancio o por el simple temor a agotarse, nuestra comunidad humana correrá el mayor de todos los riesgos: el empobrecimiento valorativo. Que los buenos no se cansen es el gran desafío. Y como el lector ya habrá intuido, este trabajo intenta colaborar con esta ineludible misión.


[1] La expresión el cansancio de los buenos fue utilizada por varias personalidades. Por ejemplo, el papa Pío XII solía decir, durante los tiempos de la guerra fría y ante la posibilidad de una hecatombe nuclear:“no tengo miedo a la acción de los malos, sino al cansancio de los buenos”. Martin Luther King manifestaba un temor similar: “más que a las palabras de los violentos, temo al silencio de los buenos”. Las consecuencias políticas, económicas y sociales que desbastarían un mundo en el que el cansancio de los buenos permita el accionar libre de los malvados son imaginables y exceden la portada de este libro. Frederick Nietzsche así lo intuye, con fuerza profética y un género literario apocalíptico en su Así habló Zaratustra: Y vi venir una gran tristeza sobre los hombres. Los mejores se cansaron de sus obras”.

3 respuestas a “El cansancio de los buenos. La logoterapia como alternativa al burn out”

  1. Rosy García dice:

    Me gustaria obtener este libro en formato digital.
    ¿Pueden indicarme en donde lo adquiero?
    Gracias

  2. Maria Cecilia Elizabeth Gonzalez dice:

    quisiera poder encontrar este libro para mi tesis, ya que estoy investigando acerca del sindrome de burnaut. como pùedo hacer? Saludos cordiales.

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